(FOLHAPRESS) – Durante la cumbre del G7 realizada en Hiroshima, Japón, este fin de semana, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva (PT), al defender la reforma de los organismos multilaterales –un reclamo histórico de su política exterior–, insistió en que hay que soltar del pasado.
Algunos de los analistas entrevistados por el informe tras las declaraciones del PT afirmaron que tenía razón. Pero también dice que el mismo consejo se aplica a su propia conducta, que necesita actualizar prioridades en relación a la política exterior de sus otros mandatos.
Para los investigadores, al culpar a las potencias occidentales por la guerra en Ucrania e insistir en un papel en la negociación de la paz en relación con la cual Kiev y sus aliados muestran desconfianza, Lula perdió la oportunidad de utilizar el espacio del G7 para orientar las discusiones en áreas en las que Brasil puede de hecho hacer una diferencia, como un medio ambiente.
“Lula pierde credibilidad y tiempo con esta idea de ser un mediador”, dice Leandro Consentino, politólogo y profesor del Insper. «Estamos siendo testigos de una nueva Guerra Fría, un conflicto que es mucho más entre el Oeste y el Este que entre el Sur y el Norte. Siglo XXI. Lula necesita darse cuenta de esto, de lo contrario se convertirá en un líder que envejecerá».
Para él, la propuesta de Brasilia de presentarse como mediador del conflicto en Europa del Este nunca fue creíble, dadas las declaraciones de Lula también culpando a Ucrania por la guerra incluso durante la campaña electoral y la proximidad de Brasil a Rusia.
El investigador argumenta que, para convencer a los países de sentarse en una mesa, se necesitaba alguien con equidistancia en relación a las partes, característica no atribuible a Lula.
Carolina Pavese, doctora en relaciones internacionales de la London School of Economics y profesora de la ESPM, también dice creer que cualquier intento de negociación en la guerra por Brasil estaría condenado al fracaso. Para ella, el motivo es una «clara incompatibilidad de enfoque y estrategia» sobre cómo afrontar este conflicto por parte de los líderes del G7, que también son aliados de Kiev, y Lula.
Tanto ella como otros expertos afirman que la cancelación de la tan esperada reunión entre Lula y Zelenski en el evento del domingo (21) comprometió la propuesta de mediación de paz del PT, aunque Itamaraty afirma que fue el ucraniano y no el brasileño. quien no se presentó a la reunión programada entre ambos.
En este sentido, la cumbre del G7 habría representado el fracaso de una oportunidad de mejorar las relaciones entre ambos países, tambaleada desde que el PT sugirió que Ucrania debería considerar la posibilidad de ceder territorio a Rusia para poner fin a la guerra.
Pavese dice que, especialmente para Lula, la ocasión sería muy conveniente, ya que permitiría realizar una reunión para la que está presionado sin tener que hacer un gran evento.
Al revés se sumó una escena del único encuentro compartido entre los dos jefes de Estado, una sesión de trabajo sobre la paz y la prosperidad global compartida con los líderes del G7 e invitados a la cumbre, que muestra que Lula no se levantó para saludar al ucraniano cuando entró. en la sala, a diferencia de varios de los presentes.
En una reunión con periodistas al final de la cumbre, el presidente dijo que, distraído mientras redactaba ideas para su discurso, no vio llegar a Zelensky, y que, cuando terminó la reunión, ya llegaba tarde a otra cita.
El problema es que la política exterior es «básicamente simbólica», dice Consentino, aunque, del mismo modo, Pavese argumenta que el ucraniano tampoco hizo ningún esfuerzo por acercarse al brasileño.
El resultado de la suma de estos hechos es, para algunos de los especialistas escuchados por el informe, una percepción por parte de Occidente de que Lula deja el G7 no representando una posición de neutralidad, como tanto busca enfatizar, sino más cercana a Vladimir Putin. .
Como anécdota, este lunes (22), el canciller de Dinamarca, Lars Lokke Rasmussen, puso a Brasil en la misma categoría que India y China, según él países «no aliados» de Ucrania, cuando dijo que tenía la intención de organizar una reunión para discutir opciones de paz para el conflicto en Europa del Este al margen de un evento de la Unión Europea en Bruselas.
Las tres naciones, que comparten los Brics con Rusia y Sudáfrica, han reivindicado la neutralidad ante el conflicto. Pero Pekín y Nueva Delhi son aliados estratégicos de Moscú y no han condenado la invasión rusa de Kiev en el marco de Naciones Unidas, a diferencia de Brasilia.
Vinicius Rodrigues Vieira, profesor de la Faap, considera, sin embargo, que hay que tener en cuenta que Occidente tiene una predisposición a ver las cosas de forma excesivamente binaria ya desconfiar de quien no se adhiere automáticamente a sus propuestas.
Además, una cosa es la narrativa, otra la realidad: el G7 ha ido perdiendo cada vez más poder económico, y sus países, que sumaban más de la mitad del PIB mundial en 1980, ven este año que ese porcentaje corresponde sólo a un tercio.
Vieira asegura que los Estados miembros del G7 son conscientes de ello y que necesitan el apoyo de países como Brasil para no quedar aislados. Menciona, por ejemplo, las reuniones de Lula con el primer ministro japonés, Fumio Kishida, quien prometió la exención de visa para los brasileños y anunció un préstamo multimillonario para el país para la salud y otros sectores, y con el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, quien considera que la éxitos de la gestión del PT en los últimos días.