sÃO PAULO, SP (FOLHAPRESS) – Entre las muchas cosas que cambiará la llegada de la inteligencia artificial, una de las más relevantes será el copyright. Será en este campo donde se librará gran parte de la batalla regulatoria. Los derechos de autor podrían decidir, por ejemplo, cómo se pueden compartir los beneficios de la IA con la sociedad en su conjunto. O incluso cambiar la competitividad de cada país en cuanto a la capacidad de crear modelos de IA.
El caso es que hoy todo está abierto, y hay muchas propuestas encima de la mesa. Vale la pena analizar algunos. En los EE. UU., la regla actual es que las obras creadas con IA no generan derechos de autor. Un caso emblemático es la tira cómica denominada «Zarya of the Dawn». El autor intentó registrar la obra en la Oficina de Protección de los Estados Unidos. Pero se le negó el registro porque las imágenes habían sido generadas por IA. La oficina aceptó registrar sólo los textos y el orden gráfico de la obra. Las imágenes de cada cómic quedaron sin ningún tipo de protección.
Lawrence Lessig, profesor de Harvard y uno de los pioneros del derecho digital, propone una posición completamente diferente. Lessig argumenta que las creaciones de IA deberían tener derechos de autor. Y ese derecho debe asignarse a la persona que generó el trabajo (a través de instrucciones e interacciones con la IA). Sin embargo, para que el autor reciba este derecho, tendría que inscribir la obra en una especie de «registro público», lo que facilitaría la identificación de quién es el propietario de cada creación. La propuesta de Lessig es audaz.
Desencadenaría una «fiebre del oro» global para la creación de todo tipo de imágenes y contenido creados por IA, que luego se grabarían. A partir de entonces, estas imágenes podrían generar ingresos para quienes las crearon, en forma de licencias. Es una visión que ve a la IA como una herramienta de la creatividad humana. Su impacto es difícil de predecir, pero la propuesta es provocadora.
En Japón, la propuesta es diferente. El país ha permitido que se utilicen obras con derechos de autor para entrenar herramientas de IA. Esto ha llevado a algunas personas a llamar a Japón «el paraíso del aprendizaje automático». El país quiere convertirse en líder en esta materia y ha hecho un gran esfuerzo para autorizar el uso de cualquier obra protegida para este fin.
Sin embargo, el modelo que encuentro más intrigante es la propuesta de crear un nuevo tipo de copyright aplicable a las inteligencias artificiales individualizadas. En mi opinión, nos acercamos al momento en que cada persona podrá tener su propia IA. Un músico, como Drake o Gilberto Gil, podría recopilar la producción de toda su vida y convertirla en una IA, que luego tendría derechos de autor.
Cualquier creación de obras relacionadas con ese artista debe realizarse en colaboración con su IA personal. El resultado de esta colaboración sería compartido entre el creador original y quienes usaron su obra. En otras palabras, si Gil tuviera su propia IA, su trabajo estaría vivo y abierto a colaboraciones. Al mismo tiempo, si alguien co-creara con su IA, tendría que compartir los beneficios resultantes de esa colaboración.
Este enfoque de tener una IA individualizada es preferible a tener todo el trabajo de un creador simplemente asimilado en un gran modelo, donde se convertiría en otro fantasma dentro de la máquina.
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